El tablero mundial vuelve a sacudirse con el recrudecimiento del eterno problema en Oriente Próximo tras el ataque de Hamás a Israel. La acción tiene poco que ver con las que solía realizar hasta ahora el grupo terrorista. Más bien parece un ataque armado en toda regla, de enorme crudeza y con una gran capacidad de matar indiscriminadamente a ciudadanos en territorio israelí.
El ataque de Hamás ha reavivado la lucha de intereses mundial. También ha puesto en juego los apoyos a cada una de las partes y ha configurado una nueva dinámica geopolítica en Oriente Próximo. Se ha producido, y no por casualidad, en plenas negociaciones entre Israel y Arabia Saudí para restablecer relaciones diplomáticas y ha conseguido el objetivo de Irán de suspenderlas.
Ahora, en esta partida estratégica, hay que considerar qué papel desempeñan algunos de los actores no directamente implicados en los ataques.
Partidarios de Israel
El aliado más cercano es EE UU. Ambos países mantienen grandes lazos diplomáticos y militares. Sus servicios de inteligencia, CIA y Mossad son de los principales en el mundo y también suelen ser aliados.
El presidente de EE. UU., Joe Biden, declaró al poco del inicio de esta guerra su apoyo total a Israel ante el ataque terrorista. Además, Biden ha logrado que tanto Arabia Saudí como Emiratos Árabes Unidos reconozcan el derecho de Israel a defenderse. Y le ha pedido a Turquía que haga de mediador en unas posibles negociaciones.
Por su parte, la Unión Europea ha advertido a Israel de que debe respetar el derecho internacional humanitario, a pesar de que la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, manifestó su condena del ataque de los terroristas de Hamás, señalando que Israel tiene derecho a defenderse.
Además, el alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, también apoyó a Israel e hizo un llamamiento a la solidaridad y el cese de la violencia.
La gran mayoría de sus Estados miembros de la UE está a favor de Israel. Entre otros, el canciller alemán, Olaf Scholz, indicó recientemente que estos actos son bárbaros y absolutamente injustificables.
Tras lo acontecido, la Unión ha congelado la financiación de casi 700 millones de euros que tenía prevista para las autoridades palestinas, en contra de las opiniones de España –con un gobierno dividido–, Irlanda y Dinamarca.
El Reino Unido ha mostrado su disposición a coordinar con el resto de países de Europa y de la comunidad internacional la ayuda a Israel. Noruega, Islandia, Macedonia del Norte, Albania y Ucrania han mostrado una postura similar.
En cuanto a los países musulmanes, Marruecos, Baréin y Emiratos Árabes Unidos reconocieron el Estado de Israel tras la firma de los Acuerdos de Abraham en 2020. Con Marruecos, incluso hay un entendimiento mutuo por el Sáhara Occidental y sobre cooperación militar.
Tras las tensiones entre Marruecos y Argelia y el Frente Polisario, la ayuda israelí es fundamental para la política exterior sobre el Sáhara Occidental y para aventajar a Argelia, eterno enemigo en el norte de África.
Baréin, a pesar ser mayoritariamente musulmán, se desmarca de sus vecinos árabes y es uno de los países aliados de Israel. No obstante, en relación con el conflicto actual ha pedido el cese de la violencia. Para este país, Israel es un garante y un aliado estratégico para combatir con la influencia del gran enemigo de la región, Irán. Además, fue uno de los que firmó los Acuerdos de Abraham para rebajar las tensiones entre las partes y apelar a la cooperación mutua.
Emiratos Árabes Unidos se ha posicionado sutilmente del lado de Israel. Cabe decir que ya en 2020 fue tachado de traidor por sus vecinos por iniciar relaciones con el Estado judío.
Los apoyos a Hamás
Dentro de los países que apoyan a la organización terrorista, el principal es Irán. Sin él, no existiría Hamás; ni tampoco Hezbolá, el grupo terrorista que opera en el Líbano.
La razón de este apoyo y de la financiación es que el país de los ayatolás busca una mayor influencia en la región, y para ello quiere tensar la situación con intervenciones en Siria, Líbano, Irak y Yemen.
Argelia, por su parte, está directamente enemistado con Israel. Para los argelinos, el mero hecho de que Marruecos firmase los Acuerdos de Abraham es una provocación. De hecho, el comunicado del Ministerio de Asuntos Exteriores no menciona a Hamás y sí los ataques de Israel a la Franja de Gaza, como si fueran hechos aislados.
En cuanto a Siria, tiene a Irán como principal aliado. Esta alianza que viene de la Guerra Irán-Irak (1980-1988). Desde entonces, Damasco y Teherán han cooperado mutuamente para luchar conjuntamente contra sus dos principales enemigos, Estados Unidos e Israel.
Para colmo, la ocupación del sur del Líbano por parte de Israel en 1982 dejó secuelas en las relaciones entre ambos países. A ello se suma que Líbano fue uno de los grandes receptores de refugiados palestinos, lo que ha acrecentado más el odio hacia Tel Aviv.
Por otro lado, Líbano, al igual que Siria, también es muy cercano a Irán. Teherán es el principal apoyo a Hezbolá, un grupo armado y político chiita libanés que muestra similitudes con Hamás.
Qatar tampoco mantiene relaciones diplomáticas con Israel ni lo reconoce. El acercamiento entre los enemigos de Qatar, como Arabia Saudita y Emiratos Árabes con Israel, junto con el fuerte apoyo musulmán qatarí con Palestina, han provocado que Qatar se posicione como aliado de la contraofensiva de Hamás. Incluso parece que Qatar da refugio y apoyo económico a los integrantes de Hamás.
Este Estado está dividido. Por un lado, el grupo terrorista Hamás controla la Franja de Gaza. Por el otro, está la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), una coalición liderada por Fatá, el partido fundado por Yaser Arafat, que gobierna en Cisjordania y no es islamista, sino nacionalista.
La OLP, que renunció a la lucha armada y mantiene relaciones diplomáticas con Israel y Occidente, no está a favor de Hamás, pero políticamente hablando es muy débil y es muy probable que en unas elecciones en Cisjordania las perdiese en favor de los terroristas.
El papel de Rusia y China
Estos dos actores unen fuerzas contra Occidente. Sin embargo, no está claro que deseen este enfrentamiento aunque a Rusia no le venga mal y sea aliada de Irán.
China, uno de los árbitros de la disputa geopolítica mundial, ha pedido el diálogo entre Israel y Palestina, al mismo tiempo que ha reiterado que la solución es “un Estado palestino independiente”. Parece evidente que su posición de potencia económica prevalece sobre el enfrentamiento con Occidente y prefiere la paz en esa zona del mundo.
Rusia mantiene lazos de amistad con Irán y todo lo que sea malo para Occidente es bueno para el presidente ruso, Vladimir Putin. Por tanto, parece que no es desechable que el autócrata ruso esté a favor de estos ataques, aunque su postura sea ambigua.
El orden mundial en este decenio del siglo XXI es sumamente inestable y el equilibrio se mantiene sobre pivotes que apenas pueden garantizar la estabilidad mundial. Un ataque de un grupo terrorista regional sobre un país pequeño ha convulsionado al mundo y lo convierte en un espacio de futuro sumamente incierto y conflictivo en el que cualquier movimiento sobre el tablero implica la posibilidad de un recrudecimiento de las hostilidades entre bloques.
No obstante, no parece que se vaya a producir un enfrentamiento entre bloques que nos haga correr el riesgo de una confrontación mundial a gran escala. Si no ha pasado en Ucrania, no parece que Israel vaya a ser el escenario del inicio de ese enfrentamiento mundial.
Por Alfredo A. Rodríguez Gómez, Profesor y Director del Máster en Estudios de Seguridad Internacional de la UNIR, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja
Este artículo se vuelve a publicar de The Conversation bajo una licencia Creative Commons. Lea el artículo original.