Sale del médico con un volante para una analítica, va al mostrador y le dan cita para las 8 de la mañana, advirtiéndole que debe acudir en ayunas. Se presenta el día de la cita con el estómago vacío y gran amodorramiento (por no tomar, no ha tomado ni café). Y se encuentra con una cola kilométrica de personas con sus respectivos volantes en la mano. Tras media hora de espera, uno no sabe ni como se llama: lo único que quiere es salir de ahí y desayunar de una vez.
Pero ¿es todo esto realmente necesario? Los análisis en ayunas eran la norma hace un tiempo, cuando siempre se medían la glucosa, los lípidos y se hacía recuento de células sanguíneas, pero poco más. Claro está, si uno se comía un trozo de bizcocho justo antes del pinchazo, la glucosa se disparaba.
Sin embargo, en los últimos tiempos los análisis se han diversificado, y la información que se extrae de una muestra de sangre no siempre depende de lo que hayamos comido en las horas previas.
¿Medir la glucosa y el colesterol sin ayunar?
Que los tipos de análisis de sangre hayan aumentado en los últimos tiempos es una buena noticia, ya que significa que los facultativos pueden extraer más información de una muestra. Eso nos puede ahorrar otras pruebas más invasivas (como las biopsias) o más pesadas y costosas (como las endoscopias o las resonancias magnéticas). La contrapartida es que crea confusión respecto a la necesidad de ayunar.
Si analizamos uno a uno los distintos tipos de análisis de sangre, nos encontramos con que la mayoría siguen requiriendo ayuno, aunque con el avance de las técnicas de diagnóstico poco a poco se van descubriendo nuevos marcadores que no se alteran con la ingesta de alimentos.
Uno de ellos es la Hemoglobina A1c (HbA1c), que sirve como indicador del nivel de glucosa en sangre durante los tres últimos meses. En 2001, la OMS concluyó que la HbA1c podía utilizarse para diagnosticar la diabetes de tipo II. ¿Pero cómo funciona? Resulta que la glucosa que circula en la sangre se une a la hemoglobina de los glóbulos rojos, generando, precisamente, la HbA1c. Como los glóbulos rojos tienen una vida media de 2 a 3 meses, altos niveles de este tipo de hemoglobina indican que la persona ha tenido niveles altos de glucosa en la sangre por un tiempo prolongado. Y eso es mucho más significativo que una medición puntual.
En cuanto al colesterol, se ha encontrado un nuevo método para calcular la cantidad de LDL (colesterol malo) que no depende tanto de lo que uno haya ingerido en las horas previas.
En otros casos, la información que ofrecen hospitales y universidades de prestigio es contradictoria. Por ejemplo, en el caso de los análisis de función renal, hepática y tiroidea, algunas fuentes apuestan por el ayuno, mientras que otras igualmente serias afirman que éste no es necesario.
Muchos proveedores médicos, a favor de eliminar el ayuno
En Estados Unidos, el Departamento de Asuntos de los Veteranos regula, entre otras cosas, los servicios médicos de todos los veteranos de guerra. Y recientemente ha decidido prescindir del ayuno en la mayoría de los análisis de sangre.
Las razones que esgrime tienen que ver con los avances en técnicas de diagnóstico y con las posibles hipoglucemias que se pueden causar a personas con diabetes, además de la saturación de las unidades de extracción de sangre por las mañanas. Sólo se requerirá el ayuno para algunos tipos de análisis.
Otros proveedores de servicios médicos también se están inclinando hacia esta tendencia. Por ejemplo, la cadena australiana de laboratorios de análisis clínico Clinical Labs aboga por descartar el ayuno en todos los análisis de lípidos.
Pero ¿qué opinan los médicos?
Hemos visto que los intereses de los pacientes y los de los proveedores de servicios médicos están alineados a favor de eliminar el ayuno para los análisis. Pero, al fin y al cabo, quien solicita el análisis y lo debe interpretar y traducir en una acción concreta –como un tratamiento o una intervención– es el médico especialista. Por tanto, es fundamental conocer su opinión sobre estas nuevas tendencias.
Por desgracia, hay evidencia científica que lleva a los profesionales de la salud a ser cautos y seguir recomendando el ayuno en muchos casos. Esa evidencia consiste, en primer lugar, en que muchos de los marcadores que se obtienen en los análisis de sangre sufren variaciones importantes en las 4 horas siguientes a la ingesta de un desayuno ligero.
Es lo que se conoce como “sesgo de laboratorio” y afecta especialmente a medidas como recuento total de células sanguíneas, albúmina, bilirrubina, fosfato, calcio, magnesio, potasio, etc.
Tiene sentido que la comida afecte mucho a los análisis de sangre. Al fin y al cabo, consumir alimentos y bebidas distintas al agua hace que nuestro cuerpo libere hormonas y metabolitos que alteran ciertas sustancias de nuestra sangre, lo que cambia su composición.
Los análisis, ¿mejor por la mañana?
Otra preocupación, si no se regula la hora en que uno puede acudir a realizarse una analítica, son las variaciones a lo largo del día de los parámetros a medir. Según un meticuloso estudio realizado con 24 hombres sanos, extrayéndoles sangre cada 3 horas durante un ciclo completo de 24 horas, se observaron oscilaciones importantes en varios parámetros que se suelen solicitar en un análisis de sangre.
Así, se observó que el potasio, el sodio, la creatin-quinasa, la bilirrubina, la lactato-dehidrogenasa, el ácido úrico y otros oscilan significativamente a lo largo del intervalo de 24 horas. Sólo unos pocos, como el magnesio o la creatinina, no varían significativamente.
Visto lo anterior, factores como no saber cuánto tiempo hace que la persona ha ingerido alimentos, o incluso no extraer la sangre siempre a la misma hora del día, pueden dar lugar a errores al diagnosticar y recetar medicamentos.
Por lo tanto, de momento hay razones serias para seguir acudiendo en ayunas – aunque bien hidratados– a la mayoría de los análisis, y realizarlos siempre en un mismo intervalo horario.
Quién sabe si, en un futuro no tan lejano, podremos prescindir del ayuno y, con suerte, hasta del desplazamiento al hospital, para realizarnos las pruebas diagnósticas más comunes.
Por Matilde Cañelles López, Investigadora Científica. Ciencia, Tecnología y Sociedad, Instituto de Filosofía (IFS-CSIC)
Este artículo se vuelve a publicar de The Conversation bajo una licencia Creative Commons. Lea el artículo original.