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Mis vivencias en Exatlón EEUU I por Erasmo Provenza

Exatlón Estados Unidos llegó a mi vida cuando menos lo esperaba. Realmente nunca lo busqué, simplemente llegó. Ya ustedes conocen esta historia porque se las expuse hace varias semanas. Ahora quisiera enfocarme en el día a día, semana a semana, mes a mes y año a año. Sé que con lujo de detalles, desde lo micro a lo macro, entenderán cosas que a lo mejor no entienden. Responderán preguntas que cientos de miles se hacen. ¿Por qué renuncié? A pesar de haber concedido dos entrevistas hablando del tema algunos siguen con dudas. Empecemos y espero aclararlas.

LA “LUNA DE MIEL” EMPEZÓ EN LAS TERRENAS, REPÚBLICA DOMINICANA

Recién iniciaba el mes de julio de 2018. A mi llegada a Santo Domingo no sabía con qué me toparía. Tenía una idea pero una cosa es la teoría y otra la práctica. Siete maletas llenas de ropa cargaba conmigo y ellas no pesaban tanto en ese momento. Las cargué con la misma ilusión que tenía a mi llegada a los Estados Unidos el 24 de diciembre de 2015 cuando dejé de ser ciudadano de un país para convertirme en un inmigrante, al igual que lo fue mi padre en los 70 y mis abuelos por allá en los 50.

Atenciones por doquier, detalles minuciosos sin ser pasados por alto y un cuidado que no me esperaba. Faltaba la alfombra roja para ser sincero. Mi primera vivienda fue en un lugar llamado Balcones del Atlántico, una exclusiva residencia que tenía como patio trasero el Océano Atlántico. ¡Era un paraíso! Tenía chofer, dos escoltas, dos asistentes. ¿Era necesario todo eso? No lo sabía porque desconocía por completo lo que me esperaba. Tenía un sueldo, un bono por el show y viáticos. Los viáticos fueron un problema pero le resté importancia porque me sentía tan bien atendido y tan esplendido que lo dejé como un detalle menor. Empecé a pagar de mi bolsillo hasta que me depositaran lo prometido por mis gastos, depósito que llegó tras casi un mes. No me importó el retraso y lo plasmo de corazón.


Mi primera llegada al set estaba llena de incertidumbre no sólo para mí sino para todos los que conformábamos parte de la producción. Era la primera vez para todos. “¿Qué refrigerios necesitas?”, me preguntaron. Sólo pedí agua fría y bebidas energéticas a las cuales soy adicto confeso. Me llenaron el cooler de agua, bebidas energéticas, sodas, frutas. ¡Wao! ¡Qué rico!, pensaba. ¿Qué más podía pedirle a la vida? Realmente nada en ese momento. ¡Tenía hasta un sombrillero que me acompañaba a cada momento para evitar que el sol me hiciera sudar! Cada jornada era perfecta, con uno que otro problema pero si usaba una balanza nada de lo malo aplacaba lo bueno. Honestamente: todo fue perfecto.

TODO CAMINO DE ROSAS CUENTA CON ESPINAS PERO PODÍA SOPORTAR LOS PINCHAZOS

Pasaban las semanas y lo bueno seguía estando muy por encima de lo malo. Insisto y soy enfático: no tenía nada de qué quejarme. En esa primera temporada llevé a toda mi familia de Venezuela a República Dominicana, celebramos el cumpleaños y el bautizo de mi hijo, mis compadres se casaron allá y armamos una rumba descomunal en el Restaurante Porto, uno que quedaba frente a las residencias y que era nuestro patio de recreo. El Bar de Carlos, la playa, Moskito Bar, Cayo Levantado, Samaná y pare usted de contar. ¡La producción me había dado hasta un ATV el cual me gocé al máximo! “Acunmedya te va a proveer de mercados de comida semanales”, me habían comentado a los días de estar allá. No lo pedí sino que ellos me lo ofrecieron y lo acepté. De haber sabido lo que ocurriría después no los habría aceptado.


Un buen día, tras unos incidentes ajenos a mi persona y que no me corresponde contar, se comunicaron de Acunmedya y me dijeron que debían suspenderme los mercados semanales. Les dije que no había problemas ya que entendía que fue un detalle que quisieron tener y entendía la situación. No tenía necesidades que me impidieran reclamar ante ese apartado. Ya tenía mis viáticos así que no tenía argumento alguno para quejarme.

Ya sobre el final de la temporada, y quiero ofrecer disculpas a la producción en pleno por este incidente, sufrí un accidente en el ATV que me llevó a quirófano. En camino a grabar me fui por un barranco y terminé inconsciente con el vehículo encima y enredado en un alambre de puas. “No entiendo cómo no pasó a mayores”, me comentó luego mi buen amigo Ezequiel, un argentino que trabajaba en el diseño de los circuitos. Fue él el que escuchó el golpe durante una grabación de Exatlón México y el primero en socorrerme. La producción fue esplendida, no me faltó nada, corrieron con todos los gastos médicos y perdimos sólo dos días de grabación. A mi recuperación retomamos y culminamos la temporada.

TODA LUNA DE MIEL LLEGA A SU FINAL

Durante las semanas finales de grabación me encontraba en un limbo laboral. El show estaba siendo un éxito pero no me daban luces de mi futuro. Mi vida en pleno estaba en un “storage” en Denver, Colorado, y yo no sabía si debía volver a mis labores en Telemundo Denver o si el Network me iba a ofrecer algo. Le pedía a la producción detalles de mi futuro pero no me los daban. No había nada en ese momento.

Durante una de esas tardes en los últimos días recibí una llamada de Telemundo 51. Me querían para un proyecto y les di el sí porque necesitaba tener algo concreto y porque siempre quise establecerme en el sur de la Florida. Días después se comunicaron nuevamente para decirme que la oferta de la estación afiliada de Miramar no se iba a poder concretar. Nuevamente estaba lleno de incertidumbre pero la misma duró poco ya que el Network me hizo una oferta que acepté. ¡Me mudaba a Miami y ya tenía un puesto en el Network! Mi sueño se había hecho realidad.


Culminó la temporada y con ella me mudé a Miami, compré una casa en Davie y ya me habían confirmado que Exatlón Estados Unidos tendría una segunda temporada. Mi vida era perfecta. Una familia hermosa, el trabajo de mis sueños, un buen sueldo y con un show que era el más exitoso de la TV en los EEUU. ¿Qué puede salir mal? En ese momento pensaba que nada sin saber qué me deparaba el futuro.

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