Mis vivencias en Exatlón EEUU II por Erasmo Provenza

Foto: Telemundo

La luna de miel terminó y comenzó a consumarse el matrimonio pero bien sabemos que en todo matrimonio empiezan los problemas. La preparación de la segunda temporada de Exatlón Estados Unidos fue a contrarreloj ya que los ejecutivos de Telemundo, ante el rotundo éxito que tuvo la primera temporada y ante la carencia de una alternativa que potenciara el horario de transmisión de la competencia deportiva más feroz del planeta mientras ésta no estaba, se vieron en la obligación de forzar el inicio de la secuela sin mucho margen de maniobra.

Fueron semanas de locura y ahí empezó el goteo que poco a poco llenó mi vaso. Un día, en medio de esa tormenta de preparativos, recibí un correo electrónico de Acunmedya en el cual me solicitaban el pago de todas esas compras que hicieron para llenar mi despensa y mi nevera. Eran compras que, cómo mencioné, me ofrecieron por “cortesía” y jamás me hablaron de asumir dichos gastos. “No pienso asumirlos”, respondí. Telemundo me respaldó en todo momento y pelearon por mí hasta el punto que la productora turca decidió desistir y asumir el desorden que ellos propiciaron. En Estambul saben a qué me refiero y esa fue la primera advertencia.

Tras el frenesí que se vivió en Telemundo Center para alistar la segunda temporada emprendimos la nueva aventura a República Dominicana con la mesa servida para tratar de emular el éxito de la primera. No solo nosotros como equipo lo augurábamos sino que la planta en sí esperaba lo mismo. Volvíamos a ser la apuesta a ganador de una planta que encontró un éxito inesperado tras un experimento al que muchos apostaron al fracaso.

CAMBIOS DRÁSTICOS QUE EMPEZARON A HACERME MUCHO RUIDO

La luna de miel empezó a tornarse amarga pero aun así sentía que lo tenía todo. Llegamos al mismo paraíso: Balcones del Atlántico pero esta vez sin escoltas, con una sola asistente y con menos viáticos y beneficios que en la primera temporada. ¿Realmente creen que necesitaba escoltas? No. Me los asignaron en la primera temporada sin pedirlos y nada más. A veces mi esposa los invitaba a casa a comer porque podían pasar hasta ocho horas sentados en la puerta de mi “hogar” y nadie velaba por ellos. A pesar de esto no me importaba porque seguía sonriendo y disfrutando de lo que llamaba trabajo.

El staff de producción de Telemundo aumentó en número pero con algunas caras nuevas. Mi querida Paula Falla, quien manejaba redes sociales, no entró en los planes. Mi paisano y buen amigo Antonio Borjas tampoco. Se sumaron dos personas que empezaron a velar por Famosos y Contendientes y uno de ellos, a la larga, se tornó un cáncer.

Caminar por Las Terrenas seguía siendo afrodisíaco. Sus playas, su gente, la confianza de la misma, su protección. Sabían quién era pero a la vez no querían nada con Acunmedya. “No quiero nada con ellos”, me dijo el Máster, mi barbero. “No es posible que tenga que perseguirlos para que me paguen el dinero que me deben”. De mi bolsillo cada semana salían 800 pesos dominicanos para cuidar mi look. En US$ estamos hablando de 16. US$ 64 desembolsaba cada mes para estar “de punta en blanco”. “¿En serio vas a pedirle a la producción que te pague ese dinero por algo que costeas tú en Miami para tu día a día?”, me dijo un productor. “¡Claro”, respondí. Si quieren que salga día a día en cámara, con mi mejor cara y mi mejor look, ustedes deben asumir esos gastos, no yo. Suelo cortarme el cabello y la barba una vez al mes o cuando tengo algún evento especial pero en mis finanzas pesan esos US$ 64. No soy millonario y tampoco llegaba al set en helicóptero privado rodeado de escoltas. ¿Por qué si a ti te duelen o te niegas a afrontar esos US$ 64 al mes a mí no tendrían que dolerme? Algo estaba mal. De pronto decir que trabajas en “La Película”, como le decían a Exatlón en Samaná, dejó de ser una gracia para convertirse en una morisqueta.

Al margen del show, donde todo funcionaba pero a revoluciones distintas, las irregularidades crecían. La mano de obra dominicana se quejaba e incluso paraban de trabajar hasta que los responsables del show mejoraran sus condiciones. Era ahí cuando venían las promesas, manipulaciones e incluso amenazas. Ponían trapitos de agua caliente para enfriar el ambiente pero, ¿qué pasa cuando ese trapito de enfriaba? Todo volvía a ser como era. De pronto me topé con cosas que no había vivido meses atrás y el ruido empezó a sentirse en mi ser.

Mi chofer, una persona de bajísimos recursos y con una familia que mantener, tenía que rogar, literalmente, para que le cancelaran los gastos de mantenimiento del vehículo en el que me trasladaba a los sets. Neumáticos pinchados, mantenimiento del motor, el auto lavado. Todo salía de su billetera y aun con factura en mano pasaba semanas esperando que Acunmedya le cancelara lo gastado. Decenas de veces le presté dinero para que pudiera alimentar a sus hijos hasta que los responsables le pagaran lo que debían pagarle. ¿Lo consideran justo? En mi mundo no. No sé en el de ustedes.

TODO TIENE SU FINAL CON LA ESPERANZA DEL BORRÓN Y CUENTA NUEVA

Fueron meses cambiantes, a veces de incertidumbres pero llenos de ilusión, fiestas y trabajo, mucho trabajo. Con la coronación de Valeria Sofía Rodríguez como campeona celebramos el fin de la segunda temporada del show más visto de los Estados Unidos. Rompimos récords de audiencia, números exorbitantes en redes sociales y ya habíamos solidificado el concepto. Exatlón Estados Unidos había llegado para quedarse.

Quejas hubo y muchas. Fui el confidente de muchos atletas, camarógrafos, asistentes y personal de producción que me manifestaron su descontento, desplantes y decepciones, algo que no ocurrió en la primera temporada. ¿Por qué el cambio? ¿Por qué el descuido? ¿Por qué las cosas se habían manejado de forma distinta? En ese momento no hubo espacio en mí para buscar respuestas o explicaciones porque seguía feliz, extasiado, ilusionado. Sabía que hubo un cambio, no brusco, pero hubo un cambio. Ese cambio me afectó pero en una medida tan mínima que la dejé pasar por alto. Ese fue el inicio de mi decepción sin siquiera saberlo, una que llegó a su clímax el día que puse mi renuncia. En aquella ocasión, en el Porto, la esperanza se apoderó de mí y dije: errar es de humanos, rectificar es de sabios. Creía en el borrón y cuenta nueva. Así cerré el capítulo de la segunda temporada de la competición.

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